El 26 de agosto de 1977 el Viceministro de Cultura y fundador del ICAIC Alfredo Guevara comunica desde La Habana a Luis Gasca, secretario general del Festival, la composición de la delegación cubana que asistirá a San Sebastián. Junto a los integrantes cubanos destacan dos nombres foráneos, irremediablemente ligados con las convulsiones políticas del siglo. El primero es Walter Achugar, cofundador de la efímera Cinemateca del Tercer Mundo de Montevideo, aniquilada por la misma dictadura que le empujó al exilio: primero a Argentina, luego a Venezuela, hasta desembocar en España, donde se hará cargo de la representación del cine cubano en Europa occidental. El segundo es el cineasta vasco Antxon Eceiza quien, huyendo de la dictadura franquista, se exilió en México desde 1973. Según informa Guevara, Eceiza se incorporará en el último minuto a la delegación cubana con su película Mina, viento de libertad. El archivo conserva la carta en la que, pocos días antes, Eceiza relata al propio Gasca las dificultades que estaba encontrando su película—un retrato del guerrillero decimonónico navarro Francisco Javier Mina con guiños explícitos a militantes contemporáneos, del Che a Txiki—para inscribirse como película mexicana en festivales internacionales:

En el clima de agitación y transformación que caracterizó el Festival de 1977, la primera edición propiamente postfranquista del certamen, Achugar y Eceiza tendrán un papel decisivo en sendos encuentros que tuvieron lugar en San Sebastián. El uruguayo será uno de los impulsores de la declaración, firmada en el V Encuentro de Cineastas Latinoamericanos, que denunciaba las desapariciones, a manos de las dictaduras del Cono Sur, de intelectuales y cineastas como Raymundo Gleyzer. Por su parte, Eceiza no faltará a la reunión, celebrada en la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa, que desembocó en la fundación de la Euskal Zine Egille Elkartea [Asociación de Cineastas Vascos].