La historia de los festivales de cine es, también, la historia arquitectónica y urbanística de los edificios y ciudades que los acogen. Durante décadas, San Sebastián buscó un “palacio del festival” acorde con su ambición y proyección internacionales. Desde la fundación del certamen hasta la construcción del nuevo Kursaal en 1999, esta función la asumió el Teatro Victoria Eugenia. Las quejas crecientes por las limitaciones técnicas de estas instalaciones—que no conocieron una reforma en profundidad hasta 1985—convivieron con varios proyectos fallidos para levantar una nueva sede en la parcela del Gran Casino Kursaal, demolido en 1972. A pesar de la convocatoria de dos concursos internacionales (en 1964 y 1972, cuyos proyectos fueron recopilados por los arquitectos Mario Sangalli e Iñigo Viar en un proyecto expositivo de 2019), una serie de desacuerdos y complejidades administrativas terminaron por dejar en desuso el llamado “solar K” durante más de dos décadas.

Un tercer concurso, en 1989, condujo a la construcción del actual palacio de congresos y auditorio Kursaal, a cargo del arquitecto Rafael Moneo. Antes del inicio de las obras en 1995, el ayuntamiento dio a conocer el proyecto mediante una exposición en el museo San Telmo. El archivo del Festival de San Sebastián conserva una publicación institucional que recoge las principales conclusiones de una encuesta distribuida entre los visitantes de la exposición. El documento celebra con entusiasmo el “alto grado de consenso social” que despertaba la propuesta, a la vez que deja clara la apuesta por dotar a la ciudad de una infraestructura “clave para el San Sebastián del Siglo XXI” y que se convertirá en la sede principal del Festival hasta hoy.

Desde el punto de vista de una historia global de los festivales, este desarrollo (y la retórica institucional que lo acompaña) resultan poco sorprendentes. El cambio de milenio coincide con una profesionalización creciente del circuito de festivales, inmiscuidos en una competición global íntimamente ligada con procesos de “city branding” y transformación urbana. Así, la apertura del Kursaal de Moneo en 1999 debe pensarse en relación con otros casos emblemáticos, desde la reubicación de la Berlinale en el Sony Center de Potsdamer Platz diseñado por Renzo Piano en 2000 a la profunda remodelación del puerto de Rotterdam en 2001, inseparable de la consolidación institucional del IFFR.