En memoria de Guadalupe Echevarria (1948-2023)

El 2 de marzo de 1982, una joven llamada Guadalupe Echevarria envió una carta escrita en papel morado desde París para contarle al director del Festival de San Sebastián, Luis Gasca, que había tenido una idea: organizar un festival dentro del festival, que estuviera enteramente dedicado a un nuevo medio, el video. Pocos meses después, Echevarria, más conocida como “Guada” por quienes la trataron, estará al frente de un equipo de cuatro mujeres (junto a Nuria Gutiérrez, Marta Pérez Yarza y Cristina Elguezabal) que convertirán a San Sebastián en un punto de referencia internacional para pensadores, artistas y creadores que estaban experimentando con el video entre 1982 y 1984.

El archivo del Festival de San Sebastián conserva el rastro documental íntegro de esta experiencia, que comprende los 170 expedientes de documentación del Fondo Festival Video, además de varias fotografías y abundantes recortes de prensa. A través de este rico legado documental podemos comprender cómo la propuesta de Guada fue capaz de congregar a nuevos públicos en torno a programas vanguardistas de video a la carta, instalaciones, videos musicales y seminarios, además de desplegar una densa red internacional de colaboraciones y complicidades. Resulta imposible, de hecho, explicar la importancia que conocerá el video en el paisaje cultural vasco desde la segunda mitad de los años 80 sin remitir a esta experiencia pionera: de la facultad de Bellas Artes a la trayectoria de diversos artistas, desde instituciones experimentales como Arteleku a festivales y encuentros en Vitoria, Tolosa, Getxo o Pamplona.

El pasado 12 de junio, Guada falleció en San Sebastián a los 75 años. En la presentación pública del archivo en diciembre de 2022, desde el equipo de investigación del proyecto Zinemaldia 70: todas las historias posibles quisimos rendir homenaje a su figura, cuyos pasos habíamos seguido apasionadamente a través de sus huellas en el archivo y también en diálogo con ella. Con la publicación de esta carta morada, que anuncia el sueño de una joven de 34 años que acabaría protagonizando uno de los episodios más audaces e innovadores en las siete décadas de andadura del certamen, seguimos reivindicando su memoria, imprescindible para comprender la historia del Festival de San Sebastián.