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En la primavera de 1962, durante el segundo y último año de mandato de Francisco Ferrer Monreal, administrador del Teatro Victoria Eugenia que había asumido la dirección del Festival tras la dimisión de Antonio de Zulueta y Besson, el archivo registra una invitación de asistencia al certamen para una joven cineasta en ciernes.
Pasarían dieciséis años hasta que aquella cineasta francoargentina, de nombre Nelly Kaplan, visitara por primera vez el ya, desde 1977, democrático Festival de San Sebastián. Con los derechos reconquistados tras la muerte de Franco, la Asamblea de Mujeres de Donosti organizó un ciclo de cine realizado por mujeres que ajustaba cuentas con un pasado de escasa representación. En este contexto, Kaplan presentó su largometraje feminista La novia del pirata (La fiancée du pirate, 1969), que nueve años antes había formado parte de la Sección Oficial del Festival de Venecia como única realizadora entre 26 títulos a concurso.
En aquella primera vez en San Sebastián, Kaplan participó en diversas mesas de debate y reflexión, organizadas en el marco de la sección retrospectiva, junto a cineastas como Vivian Ostrovsky, Rosine Grange o Paula Delsol. Dos años después, en 1980, el Festival volvería a recuperar su cuarto largometraje, Néa (1976), dentro de la iniciativa radical Barrios y Pueblos, que hizo circular la cinta hasta el Cine Modelo de Zarautz. Para entonces, su novela feminista Memorias de una lectora de sábanas (1974), firmada bajo el seudónimo de Belén, llevaba un lustro prohibida y privada de su difusión por la censura francesa.
De vuelta en 1962, en un Festival que aún no había programado a competición una sola película realizada por una cineasta (y no lo haría hasta la edición de 1965 con El Desna encantado de Yuliya Solntseva), Kaplan rechazó la oferta del certamen para asistir, en calidad de invitada, aludiendo compromisos laborales. Ese mismo año, la cineasta fue una de las impulsoras de la puesta en marcha de la Semana de la Crítica de Cannes, convirtiéndose en miembro de su comité de selección hasta 1968, con Georges Sadoul como delegado general de la sección paralela.
Aunque su visita se demorara varios años, su nombre pudo ser leído en las pantallas del Festival ya en 1960, con la película a competición de Abel Gance, Austerlitz, en la que figuraba como guionista.
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