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En noviembre de 1998, ya en su segunda etapa como director del Festival de San Sebastián, Diego Galán dirigió un telefax al cineasta iraní Jafar Panahi. El tono de la comunicación, con destino Teherán, revela una relación interpersonal entre director y cineasta, pero también evidencia el clima político y la persecución cultural en el país asiático a las puertas del nuevo milenio.
Tal y como se desprende de la correspondencia, Galán y Panahi habrían coincidido en su viaje a la 22ª edición de la Muestra Internacional de Cine de São Paulo (festival fundado en pleno apogeo de la dictadura militar), donde el primero ejerció las funciones como miembro del jurado y el segundo presentó su segundo largometraje El espejo (Ayné, 1997), galardonado con el Leopardo de Oro del Festival de Locarno.
En este contexto, Galán conocería de primera mano los proyectos que el cineasta iraní estaría tratando de levantar. A su vuelta a San Sebastián, Galán leyó junto a “un compañero de confianza del festival”, un proyecto que el cineasta le habría entregado en Brasil y le instó a que “pese a que probablemente fuera a tener problemas, merecía la pena”, aludiendo a las complicaciones a las que podría enfrentarse con el aparato censor de la República Islámica de Irán.
La película, que se estrenaría bajo el título El círculo (Dayereh, 2000), se convirtió en uno de los proyectos más galardonados y aclamados de Jafar Panahi, alzándose con el máximo galardón del Festival de Venecia y cerrando el círculo en San Sebastián, cuando asistió para recoger el premio otorgado por la crítica internacional como la mejor película del año.
A lo largo de los años, Panahi ha continuado su lucha ante la represión del régimen iraní reivindicando el cine como herramienta política. Tras declarar abiertamente su apoyo al movimiento Green Wave, surgido en el año 2009 como forma de oposición a la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad, fue arrestado. Dos años después, El Tribunal de Apelación de Teherán confirmó su condena, que incluyó la prohibición de rodar películas, viajar fuera del país o hablar con la prensa durante un periodo de 20 años.
Hasta su liberación bajo fianza en 2023, Panahi realizó hasta ocho proyectos en clandestinidad. Su modelo de producción – restringido al más estricto confinamiento – ha hecho mutar, irremediablemente, las formas de su cine en todas las direcciones posibles, actuando de espejo entre su militancia política y cinematográfica.
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