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Un testimonio epistolar de la relación de José Val del Omar con el Festival de San Sebastián (1958-1959)
El 6 de junio de 1958, Antonio de Zulueta, Director del Festival de San Sebastián, escribe al inventor y cineasta José Val del Omar. Según se desprende de la carta, se han conocido en el Festival de Cannes de ese mismo año y ha sido ahí donde, después de asistir a una proyección de Aguaespejo Granadino (La gran Siguiriya) (José Val del Omar, 1951-1954), Zulueta ha comprendido que el creador de esa insólita pieza es, sin duda, la persona que anda buscando para que le ayude a organizar unas sesiones de cine experimental en su festival. A partir de ahí se inicia una relación epistolar (que es la que se recoge en esta exposición) de la que surgirán, a la postre, las dos colaboraciones del inventor granadino con el Festival de San Sebastián. Dichas colaboraciones adoptarán finalmente la forma de sendas jornadas (celebradas en 1958 y 1959) en las que, bajo el título genérico “Información del progreso técnico”, se reflexiona sobre las posibilidades que las novedades tecnológicas ofrecen en el terreno de la experimentación cinematográfica y audiovisual.
Aunque lo que hace de Val del Omar una figura esencial dentro de la historia del cine español es su faceta de cineasta —su Tríptico Elemental de España es una de las cumbres del cine experimental español— conviene recordar que el director de Fuego en Castilla (Tactilvisión del páramo del espanto) (José Val del Omar, 1957-1959) dedicó la mayor parte de su tiempo al desarrollo (con muy pocos medios y en completa soledad) de diferentes innovaciones tecnológicas. De hecho, la práctica fílmica de Val del Omar no se entiende bien si olvidamos que sus películas son, en gran medida, aplicaciones concretas de sus propios inventos y patentes. En las cartas que intercambia con Antonio de Zulueta se percibe con claridad que las preocupaciones de Val del Omar son sobre todo de índole tecnológica. Y es por eso que lo que en principio iban a ser unas sesiones de cine experimental acabarán dando lugar a algo que el propio cineasta bautiza en una de las cartas como un “programa de técnicas Val del Omar” en el que las proyecciones (del Aguaespejo en las dos ediciones y no queda claro si también de algún fragmento de Fuego en Castilla en la de 1959) sirven para ilustrar sus innovaciones en el ámbito sonoro (la Diafonía), en el de las relaciones entre la luz y el relieve (la Tactilvisión) o en el del aprovechamiento de película virgen (el sistema Bistandard).
Como acabamos de advertir, las cartas son también un testimonio de las difíciles condiciones en las que Val del Omar tuvo que desarrollar sus investigaciones (tanto fílmicas como tecnológicas) en la España de la autarquía. Desde el final de la guerra y hasta finales de los cincuenta el cine experimental prácticamente no existe en España. Solo algunas de las obras de un movimiento de Cine amateur que va a seguir activo, fundamentalmente en Cataluña, durante el periodo autárquico o alguno de los cortometrajes que se ruedan en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas durante los cincuenta (institución educativa, por cierto, que dará cobertura material y económica a algunos de sus experimentos) pueden incluirse dentro de esta categoría. Pero la impresión de soledad y falta de apoyo no atañe solo a su desempeño como cineasta. En una carta que le envía a Zulueta desde Ginebra, Val del Omar le explica con todo lujo de detalles (y con esa prosa pseudo-mística y un poco relamida que le caracteriza) la buena acogida que han tenido sus inventos en el extranjero para quejarse a continuación de la incomprensión que recibe en su país: “Creo que esta salida me ha afirmado en que Dios me ha puesto en un buen punto de vista. Y quisiera darlo todo a España donde como Vd. bien sabe me encuentro solo”. Sea como fuere, la carta termina con unas líneas en las que glosa, no sin cierta emoción, alguno de los prodigios técnicos que ha descubierto en el extranjero y que son, en última instancia los que le animan a seguir perseverando, contra viento y marea, por la senda de la investigación: “He visto una exposición de automatismos y programadores electrónicos en París y he descubierto como (sic) un cerebro electrónico analiza la ordenación mental de Santo Tomás de Aquino. Qué mundo está llegándonos. Cómo siento al mono ascender al infinito de lo complejo”.
Texto de introducción: Asier Aranzubia (Universidad Carlos III de Madrid)
Documentación y catalogación: equipo Artxiboa, Edurne Arocena (Ereiten)